Una de las lecciones más importantes que he aprendido es esta:
cuando diseñamos pensando en “clientes”, nos quedamos cortos.

El cliente es una factura, una orden, un KPI.
La persona… es una historia, y esa historia es su marca

Hay alguien con vida real detrás de cada decisión:
la mamá que compra con prisa,
el estudiante sin presupuesto,
el adulto mayor que necesita leer sin forzar la vista,
el niño que se sorprende por los colores.

Diseñar con empatía significa ponernos en sus zapatos antes de mover un píxel.

Significa dejar de pensar que el diseño es un “capricho estético” y verlo como una herramienta social que facilita la vida.

Cuando dejamos de diseñar para “ellos” y diseñamos para alguien… el diseño se vuelve más humano.