En el punto de venta nadie está explicándole al consumidor qué producto es mejor.
El empaque lo hace. Solo, en silencio… pero poderoso.
Es la primera impresión.
Es el vendedor que nunca descansa.
Es una promesa hecha en 3 segundos.
Porque sí: en 3 segundos una persona decide si te elige o pasa de largo.
Así de cruel. Así de emocionante.
Un buen empaque:
✔ Se entiende sin necesidad de pensar
✔ Se reconoce incluso desde lejos
✔ Comunica beneficios reales, sin novelas
✔ Respeta a la categoría, pero rompe algo en ella
✔ Se queda en la memoria
El empaque también puede provocar que el producto se acerque más a la persona… antes de siquiera probarlo.
Si un empaque cuenta una historia coherente y honesta… el consumidor termina queriendo ser parte de ella.